XIX CLUB DE LECTURA DE TERROR: NUESTRA PARTE DE NOCHE (Mariana Enriquez – Anagrama)

por José Luis Pascual

Saldamos hoy nuestra lectura de Nuestra parte de noche, novela con la que la argentina Mariana Enriquez ha seguido sumando prestigio a su carrera. Ha sido esta edición del Club de Lectura especialmente accidentada, ya que poco después de comezar explotó la pandemia del coronavirus y se declaró el confinamiento en España. Tal vez este factor influyó en el ánimo de los lectores, o tal vez no. El hecho es que varios miembros del Club abandonaron la lectura al encontrar demasiado farragoso el estilo de escritura de Mariana Enriquez, y a lo alargado de algunos pasajes. Por ello, podría decirse que ha habido bastante división de opiniones en esta ocasión.

Sin más dilación, os dejo con mi reseña de Nuestra parte de noche seguida de las opiniones de algunos de los miembros del Club.

 

«Vamos a ver, dijo su padre, y cuando llegaron a las rejas, cerradas con candado, le dijo pasá hijo, pasá si podés, y Gaspar, confundido, le devolvió la caja donde estaba su madre y, cuando intentó empujar la puerta, se dio cuenta de que no necesitaba una llave, que si quería abrirla sencillamente la abría y cómo era posible eso no había manera de entenderlo, pero de pronto la reja estaba abierta y solamente la había tocado —y había pensado, sí, había pensado en que podía abrirla— y su padre lo siguió sin decirle nada, como si fuese lo más normal del mundo, y del otro lado, entre pastos altos y sobre un camino embarrado, los charcos brillantes como espejos bajo la luna, le tomó la cara entre las manos, se agachó para mirarlo a los ojos y le acarició el pelo, la caja estaba en el suelo, entre los dos, y le dijo tenés algo mío, te dejé algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo que no esté sucio, que no sea oscuro, nuestra parte de noche».

A Mariana le gusta jugar. Durante el grueso de Nuestra parte de noche, la autora juega al despiste llevándonos a dudar de si realmente estamos leyendo una novela de terror. También juguetea con la contraposición, ofreciendo una increíble y prolongada minuciosidad de detalles que parecen llenar unos huecos de los que solo el lector puede ocuparse, mientras que al mismo tiempo hace de la sutilidad y el minimalismo ley. Pura ambigüedad entre cantidad y calidad, entre costumbrismo y horror, entre naturalidad y error. Sirva esta reseña como exposición y reivindicación del terror latente en la obra.

Juan y Gaspar. Padre e hijo. Ambos transitan una tierra desaliñada y cubierta de fantasmas, una Argentina maltratada que incita al escape. Pero no hay posibilidad de huida. El inicio de Nuestra parte de noche es una reimaginación de La carretera de Cormac McCarthy adaptada a clave preapocalíptica. Un hombre y un niño atravesando un terreno árido y agotador, donde los peligros llegan por parte de los poderes autoestablecidos. Como siempre. La relación entre ambos es extraña, no se explica, conmueve y duele a la vez. De nuevo, la contraposición. Hay visitas a una amiga, hay templos extraños y menciones ocultistas, hay una llegada a una mansión, hay desapariciones y ritos. Pero sobre todo hay un padre y un hijo.

El primer cuarto de libro funciona bien. Le cuesta tal vez arrancar, o nos cuesta a nosotros, ya que se enmaraña demasiado en detalles cotidianos y aparentemente insustanciales, pero en realidad el valor de estos pasajes se multiplicará más adelante, cuando se desvelen otras cosas que los retroalimenten. Hay ya en ese inicio de novela momentos potentes, desde el avistamiento fantasmal de las primeras páginas hasta la espeluznante invocación en un cementerio. Y, por supuesto, está el primer Ceremonial. Es una construcción gradual, los cimientos de una historia grande que se va desplegando ante nuestros ojos. El corazón lo encontramos poco después, en el primer interludio. Allí se nos cuenta la historia del doctor Bradford, en un magistral relato de pocas páginas que funciona de manera independiente y que, de alguna manera, se revela como el germen de toda la novela. Aunque luego está lo de Adela.

Todo el primer tramo desaparece y avanzamos en el tiempo, luego retrocedemos para acabar en el futuro. Es una estructura modular y ejemplar, que ayuda a la edificación de una historia gigante y llena de aristas. Es una historia de terror, pero ante todo es un estudio de personajes. Habrá quien encuentre pocas descripciones de cada uno de los personajes que asoman en la novela, y puede que tenga razón. Pero aquí se definen por su comportamiento, por su manera de afrontar los conflictos, por su distinta forma de ver la realidad. Mariana Enriquez los dirige con maestría, paseándolos por los caminos acostumbrados cuando lo cree necesario, y sacándolos de su zona de confort cuando es preciso. Todo ello para dibujar una saga, familiar o no, mastodóntica y terrible, de la que podemos enamorarnos o no, de la que podemos huir o no. Al menos nosotros tenemos opción.

El terror viene dado, aparte del componente de ocultismo y magia negra, por la propia oscuridad de los personajes. Desde el principio intuimos algo erróneo en Juan, algo que está más allá de la normalidad. También en Gaspar existe tal componente, aunque en él se desarrolla de manera gradual. Pero el resto de personajes igualmente se ven atacados o imbuidos por ese pozo de maldad y extrañamiento. El mejor ejemplo lo encontramos en cómo un episodio tan icónico y recordado de nuestra historia como es la muerte de la niña Omaira adquiere en manos de la autora un aire traumático y siniestro, como un suceso espectral que nos visita por las noches para robarnos el sueño y hundirnos en unos ojos totalmente negros. Ese es el terror que nos acecha a todos, y Mariana Enriquez lo aprovecha en su favor de manera soberbia.

En cuanto a influencias conceptuales, no puedo evitar recordar obras como It o Un verano tenebroso al leer el bloque de los niños. De nuevo retorciendo ese espíritu, aquí la relación entre la pandilla de amigos es menos acogedora pero si cabe más natural, más auténtica. Y, en el fondo, no deja de ser un grupo de niños que se unen para hacer frente a una amenaza sobrenatural.
Aunque proviene del folclore popular, la aparición de la figura del invunche me retrotrae sin remedio a esa maravilla que es La cosa del pantano de Alan Moore, en la que una parte de la trama coincide punto por punto con lo narrado en la novela. Por supuesto, todas estas referencias quedan sumergidas en el peculiar estilo narrativo de la autora.

Y es aquí, en lo formal, donde encontramos algunos de los puntos más controvertidos. La continua mezcla de diálogos directos e indirectos (insertados en los párrafos sin ningún tipo de señalización) me parece un recurso tan meritorio como de difícil implementación, y Mariana lo maneja muy bien pese a que en algún momento cuesta identificar de primeras al personaje que habla. A mí me encanta, pero entiendo que haya lectores a los que les cueste acostumbrarse. A esto hay que añadir que abundan las frases largas, y que igualmente algunos pasajes pueden ser demasiado extensos, y que a veces es imposible evitar la sensación de que sobran páginas. A mí me pasó con toda la parte del personaje de Marita, no estoy seguro de que su aportación esté justificada.

La introducción, justo a mitad de novela, del relato La casa de Adela (mi cuento favorito de Las cosas que perdimos en el fuego) me generó sensaciones encontradas. Nada hay malo a nivel técnico, no se siente como una historia ajena y está insertada con gran naturalidad y con una calidad literaria incuestionable. Ahora bien, para todos aquellos que ya habíamos leído el relato original previamente, deja un regusto agridulce porque a medida que avanza la narración ya conoces el desenlace de ese tramo. Por fortuna, aquí esa historia se ve muy ampliada gracias a los personajes y a su desarrollo posterior, por lo que la rebaja en el impacto se compensa con la importancia que adquiere dentro de la novela, convirtiéndose en el verdadero eje alrededor del que gira todo.

Nuestra parte de noche habla de oscuridad. Oscuridad que se manifiesta a dos niveles, primero en el literal y después en el metafórico, en el surgimiento del mal sobrenatural y en los ecos de una dictadura. Ambos impregnan a todos los personajes involucrados, despertando la conciencia de lo oscuro en el propio lector. Tal vez ahí repose la mayor virtud de la novela. Nos hallamos ante una obra extraordinaria, tal vez no redonda por los problemas comentados, que se baña en un realismo mágico profundamente sucio pero fascinantemente bello. Hay muchas cosas en la novela que resonarán en el lector, y otras que quedarán enterradas para aparecer cuando menos se espere. Porque Nuestra parte de noche es terror con apariencia de otra cosa, quizá la mezcla perfecta del género con la alta literatura. Pero ES terror y, bajo mi punto de vista, del bueno.

Los miembros del club hablan:

A pesar de que tenía muchas ganas de meterme en este libro, la sensación final ha sido mala. La trama en sí no me disgusta, me parece interesante y muy rica en detalles, pero la forma de narrarlo es demasiado caótica a mi parecer.

No sé si por el tono argentino al que no estoy acostumbrado, o por el contexto socio-politico-histórico-cultural que no conozco en absoluto o porque hay partes de la historia muy dilatadas, densas y que a mi parecer no aportan mucho, pero en resumen a mí no me ha gustado la novela.
La he leído con prisa por acabarla cuanto antes. Los personajes no me gustaban, esto no es ni bueno ni malo, no tienen por qué estar hechos para gustar, pero no me gustaba ninguno. Sí que me parece que está muy bien mostrada la brutalidad y toxicidad de ciertas relaciones entre personajes siendo estos muy grises y complejos, además de que las narraciones de ciertos momentos son muy abundantes y detalladas y otras demasiado superficiales. No me gusta este estilo y por lo tanto no me animo a recomendarla a nadie que conozca.

Espero que el resto la haya disfrutado. Y me quedo con la experiencia de que hay que leer de todo para descubrir qué te gusta y qué no te gusta.

Sergio

Se puede adivinar que el libro tiene una extensión considerable, y es también considerablemente denso. Toca multitud de temas, aparte de los ya mencionados: habla del sentimiento de culpa, incluso cuando los hechos que lo provocan estaban fuera de nuestro control, de madres ausentes y madres tóxicas hasta alcanzar lo monstruoso, de sacrificio y de amor, en toda la extensión de la palabra, de ansias de poder y abuso del mismo, de los medios para alcanzarlo, de amistad y lealtad, de traición y desengaño…

A pesar de esta densidad, o precisamente gracias a ella, Nuestra parte de noche es una novela que se saborea, se disfruta de principio a fin. La prosa de Enriquez es fluida y precisa, bella en general, pero también descarnada y cruel cuando la historia lo pide. Y lo pide a menudo. La autora no utiliza eufemismos ni elipsis a la hora de describir actos violentos, agresiones y mutilaciones varias, con profusión de vísceras y fluidos, pero no llega a caer en el gore. El objetivo es causar repulsión, sí, pero la justa y necesaria, sin recreación gratuita en la violencia.

En definitiva, una novela muy recomendable para los amantes del terror sobrenatural, incluso del horror cósmico al estilo Lovecraftiano. La disfrutarán también quienes gusten de libros con personajes complejos y relaciones no obvias ni trilladas entre ellos, los que busquen lecturas que provoquen sensaciones, aunque a veces sean contradictorias, y que hagan reflexionar. En general, recomendable para cualquiera que aprecie la buena literatura. Y recomendada para leer despacio, paladeándola con calma, e incluso releerla a continuación”.

(Extracto de la reseña que podéis leer completa en el blog Sagacomic).

Consuelo Abellán

No había leído antes a Mariana Enriquez y la experiencia con Nuestra parte de noche me ha descubierto a una autora de la que me ha fascinado su estilo y personal forma de narrar. He de confesar que, en un principio, me costó entrar en una narración que no da respiro ni tregua al lector: capaz de construir ambientes y personajes sin apenas diálogos, sin división de capítulos y con una gran densidad y riqueza narrativa. Pero una vez que te sumerges en ese mundo, y te dejas atrapar por unos personajes tan fascinantes, es difícil no quedarte prendado de la historia que nos cuenta.

Nuestra parte de noche va más allá de lo que suele atreverse una novela de terror al uso. Son pocas las pinceladas de terror puro, pero las que hay son muy difíciles de olvidar, porque están impregnadas de la verosimilitud que se va creando alrededor del lector, para atraparnos como en un tela de araña de la que ya no somos capaces de escapar. Nos sumerge también en un contexto histórico, y en un trasfondo reconocible sobre la historia más descarnada de la Argentina de los años 80, para luego dejarnos absortos con la magia y el horror que son capaces de transmitir las palabras de su trama.

A destacar cómo la autora, en las diferentes partes del libro, es capaz ofrecernos diferentes estilos narrativos de una gran riqueza. Consiguiendo completar este obscuro puzzle lleno de luces y sombras; con personajes que van creciendo con sus miedos, huyendo de sus destinos y dotados de una dimensión que traspasa las páginas; transmitiendo esos miedos infantiles que nos acompañan hasta la madurez, y con los que la autora ha conseguido que llegue a identificarme por completo.

Sin duda, no perderé de vista a Mariana Enriquez y visitaré su obra ya publicada para disfrutar de su lectura.

Sergio Requejo

En esta ocasión, no he terminado de leer esta obra en el tiempo establecido. Podría poner excusas y decir que otros temas me han tenido ocupado pero lo cierto es que en mi caso la lectura es algo que adquiere prioridad dentro de mi tiempo de ocio según el interés que tengo en esa lectura. Habré leído aproximadamente un tercio de la obra (unas 200 páginas).

Hablemos primero de las fortalezas del libro: tiene una temática interesante y muy original. En un mundo tan trillado, nos presenta una propuesta de un mundo del ocultismo realmente interesante. Una imagenería de la que quieres saber más.

La escritora es excelente en ir preparando el terreno “a fuego lento” e ir “preparando la mesa” poco a poco pero con una precisión y claridad espectacular.
Lo que me ha enlentecido la lectura son principalmente dos temas. La escritora es argentina y aunque estoy habituado a las expresiones de este país, lo cierto es que es un libro orientado a argentinos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que la escritora no se detiene a aclarar términos que para alguien que no sea argentino le supone un esfuerzo extra. Por norma general para mí no es ningún problema encontrar este tipo de expresiones porque estoy acostumbrado a consumir lecturas y películas originarias de este país. Pero el nivel en este caso es alto. Por ejemplo una frase como «
El niño se puso el piloto y bajó a desayunar. Se pidió un submarino y un choripan». Para un argentino esta frase se entiende a la primera. A mí me lleva un rato buscar los términos que no conozco (piloto, submarino, choripan). Lo que hace que sea parecido casi a leer un libro en un idioma que no dominas del todo. Aunque aprendes un montón, creo que la escritora debería haber orientado un poco más el libro a los “profanos” de este tipo de lenguaje. Además, hay muchas referencias a los guaraníes y sus costumbres, lo que hace que la lectura se vea continuamente interrumpida. Eso hace que se haga cuesta arriba leerlo.

El otro tema es el uso de la puntuación y las “formas” narrativas que son muy particulares de esta escritora y se distancian de las habituales. Lo que también implica que haya que realizar un esfuerzo extra para su lectura.

Así que aunque no he abandonado su lectura, su extensión y ritmo lento me dejan claro que necesitaré bastante tiempo para finalizarla y es muy probable que lo abandone por un tiempo. Aunque estoy seguro de que lo retomaría en el futuro llegado a ese caso. Esta obra es como un buen vino, algo que paladear a pequeños sorbos.

Waldemarne

Nuestra parte de noche es una novela difícil de contener en una reseña, porque creo que es muchas cosas al mismo tiempo. Es enorme y sencilla, real y fantástica, humilde y terrible. Todo parte de la relación entre un padre y un hijo, el pasado, el futuro y lo que los rodea, entretejiéndose en una espiral cada vez más grande y tupida compuesta por la historia política y social argentina de la segunda mitad de siglo XX, y la influencia que poderes de distinta índole ejercen sobre ellos.Lo que más me ha impactado ha sido su estilo fluido como una corriente que sobrevuela sobre los personajes, introduciéndose en sus mentes, escudriñando sus reacciones, sus recuerdos, sus asociaciones, a la manera de un Gran Hermano que intenta registrarlo todo, del que no se puede escapar, en el que intuyo un reflejo de un régimen dictatorial que a su vez se condensa en otro poder oculto (“La Oscuridad”), insaciable y cruel, seductor y fascinante.

La novela contiene un enorme trabajo de documentación, imágenes potentes y difíciles de olvidar y personajes muy interesantes y excelentemente construidos. No es una obra fácil, por lo que cuenta y cómo lo cuenta, pero se convierte en una obra única en la confluencia de todos esos factores, en su complejidad, en su minuciosidad y en su compromiso.

Bernard J. Leman

Me ha costado sumergirme en la lectura de estos dos meses porque el principio de la novela se me ha hecho pesado. No estoy acostumbrada a este estilo de narración y, como ejemplo, en las conversaciones entre los distintos personajes a veces me costaba distinguir quién hablaba, ya que los diálogos están metidos en los párrafos sin distinción explícita de personajes. 

La parte de los niños, para mi gusto, es la más aburrida. En cambio, en la que aparece el personaje de la madre es la más interesante, pues explica los detalles de la trama y habla más del tema principal que tiene que ver con ocultismo. El final me parece precipitado y poco desarrollado.
La impresión que me queda es que la parte de terror se sitúa en un segundo plano y en lo que se centra la novela es en contarte las relaciones personales entre los personajes con el trasfondo de los distintos períodos por los que va pasando Argentina en una época convulsa.

Para terminar, la suma del estilo engorroso y el ritmo cansino como “la calor” que describe la autora, dan como resultado una lectura pesada que solo engancha en tramos cortos. Confieso que la he terminado por el compromiso que tengo con el Club, si no la hubiese abandonado en los primeros capítulos como he abandonado otras muchas novelas.

Olivia

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Próxima lectura: Noctuario (Thomas Ligotti)

4 comentarios

T.A.Llopis mayo 12, 2020 - 4:44 pm

Vaya, si que hay diversidad de opinión. Lo cierto es que por lo que comentas, cuenta con una construcción poco habitual aunque con una personalidad muy propia que me ha llamado la atención. De momento me invita a leerla, porque parece interesante si uno se centra lo suficiente y la recibe con la mente abierta. Excelente reseña.

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José Luis Pascual mayo 12, 2020 - 5:57 pm

Mi recomendación es que empieces por alguno de los libros de relatos y, si te gustan, meterte con la novela. Gracias por tus palabras y por comentar.¡Un saludo!

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Matias Fortuny enero 23, 2022 - 12:07 pm

Sepan que lo mas llamativo de esta escritora es la fidelidad de sus relatos ocultistas. He sentido expresar a un par de mediums (que dejo a criterio de cada uno la veracidad de quienes dicen serlo) el hecho de que es llamativa y extrañamente fiel lo plasmado en la obra. Rituales, objetos, historia, experiencias, etc. Como si ella realmente tuviera esa parte de noche o al menos fuente de primera calidad sobre este mundo de los mediums. La liminalidad es exprimida al maximo. Y para los que vivimos en este estado continuo es de un gran goce la lectura y aunque coincido con algunas opiniones al referir lo denso de ciertos pasajes dilatados, son claramente sol entados con paginas hermosamente oscuras.

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José Luis Pascual enero 23, 2022 - 8:00 pm

Muchas gracias, Matías. No sé si es que Enríquez realiza un enorme trabajo de documentación o, quizá, haya formado parte de algún culto, a saber. Muy curioso eso.

Gracias por tu comentario. Saludos.

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